Nuevos hallazgos sobre los beneficios y eficacia de la actividad física en el manejo del trastorno del espectro autista

  • Prof. Eduardo Sotelo

Un articulo publicado por el Departamento de Investigación de Bahréin del Royal College of Surgeons in Ireland-Bahrain evidencia el potencia y la eficacia de la actividad física en los tratamientos de personas con TEA.

Autores: Jessica Atef Nassef Sefen*, Sabrina Al-Salmi, Zoya Shaikh, Jawaher Tariq AlMulhem, Ebrahim Rajab y Salim Fredericks. Royal College of Surgeons in Ireland (RCSI)-Bahrain, Al Muharraq, Bahréin

 

El Trastorno del Espectro Autista (TEA) es una condición del neurodesarrollo caracterizada por habilidades sociales y de comunicación deficientes. Las intervenciones terapéuticas son conductuales y educativas, normalmente se imparten como programas estructurados. Existen varios programas bien establecidos y la mayoría de ellos no incorporan la actividad física y el ejercicio como elementos centrales. Las deficiencias en las habilidades motoras están asociadas con los TEA y se ha demostrado que la actividad física reduce los comportamientos inadaptativos con los autistas. Sin embargo, la noción de ejercicio que se emplea para manejar el autismo es controvertida. El metaanálisis y las revisiones sistemáticas han concluido que la actividad física tiene efectos positivos en las habilidades sociales y el comportamiento de niños pequeños y adolescentes con autismo. Actividades como las artes marciales se han señalado como particularmente beneficiosas. Los programas establecidos como TEACCH se han modificado con éxito, como ensayos de investigación, para estar más basados en la actividad física y han mostrado resultados positivos. Los estudios también han reforzado la importancia del papel de la participación de los padres en la realización de programas basados en la actividad física. Hay una escasez de evidencia de investigación sobre los efectos a largo plazo de las intervenciones basadas en la actividad física. También hay disparidad sobre la naturaleza detallada de las actividades y ejercicios que componen un programa eficaz. Cada persona con autismo tiene un conjunto altamente individualizado de síntomas y características para los que se justifican programas altamente individualizados. Esto es especialmente cierto para los programas de actividad física.

 

Introducción

Los trastornos del espectro autista (TEA) son condiciones de neurodesarrollo caracterizadas por una mala comunicación social e interacción social, así como patrones repetitivos restringidos de comportamiento, intereses y actividades (Levy et al., 2009). Los TEA se reconocen típicamente por primera vez en la primera infancia (Christensen et al., 2016) y muchos de los tratamientos disponibles se implementan como intervenciones tempranas iniciadas durante los años preescolares. Actualmente no hay un tratamiento curativo establecido para los TEA, y los enfoques de intervención son conductuales y educativos (Kaplan y McCracken, 2012; Medavarapu et al., 2019), y normalmente se imparten como programas estructurados.

Actualmente, hay dos amplias clases de intervenciones en TEA; modelos de tratamiento integrales que son programas estructurados y prácticas de intervención enfocadas que solo tratan síntomas de comportamiento estrechos (Wong et al., 2015). Estas estrategias enfocadas de medicamentos individuales incluyen productos farmacéuticos, suplementos nutricionales / dietas especiales (por ejemplo, melatonina, sin gluten, sin caseína, vitaminas y minerales) y medicina alternativa o complementaria (por ejemplo, quelación, neurorretroalimentación, oxigenoterapia hiperbárica, acupuntura y terapia con células madre; Wong et al., 2015; Siniscalco et al., 2018; Medavarapu et al., 2019). Los medicamentos psicotrópicos también pueden desempeñar un papel en el manejo de algunos comportamientos comúnmente asociados con los TEA, como la agresión, la irritabilidad grave y la hiperactividad. Sin embargo, se han reportado mejoras limitadas con el uso de agentes psicofarmacológicos para tratar las características principales de los TEA (Kaplan y McCracken, 2012; DeFilippis y Wagner, 2016).

Los programas de intervención temprana abordan los aspectos más amplios de la comunicación y las habilidades sociales. Estos a menudo son administrados por múltiples profesionales, incluyendo pediatras, psiquiatras infantiles, terapeutas ocupacionales, logopedas, psicólogos, maestros especialistas y padres. Estos equipos contribuyen a los servicios educativos y terapéuticos. Se han establecido varios programas de tratamiento que incluyen Análisis Aplicado del Comportamiento (ABA), Intervención Conductual Intensiva Temprana (EIBI), Intervención Conductual Verbal (VBI), Tratamiento y Educación de Niños con Discapacidad de Comunicación Autista y Relacionada (TEACCH), Sistema de Comunicación de Intercambio de Imágenes (PECS), terapia del habla y terapia de integración sensorial. También se agregan a esta lista enfoques menos convencionales como la terapia de montar a caballo, la terapia asistida por delfines, la musicoterapia y la terapia artística. Esta amplia gama de tratamientos, terapias y programas tienen diversos grados de apoyo empírico para su base de evidencia (Wong et al., 2015).

El uso del esfuerzo físico como medio para disminuir los comportamientos problemáticos o aumentar los comportamientos apropiados (ejercicio-terapia) se considera una práctica basada en la evidencia (Wong et al., 2015). Además, la investigación ha revelado que las perturbaciones y deficiencias en las habilidades motoras se asocian comúnmente con los TEA (Leary y Hill, 1996; Ghaziuddin y Butler, 1998; Ozonoff et al., 2008; Green et al., 2009). Dada esta evidencia, la terapia de ejercicio parecería una estrategia terapéutica adecuada para mejorar la calidad de vida en los TEA. Esta revisión discute el beneficio que la actividad física tiene en las personas con TEA y su eficacia potencial cuando se emplea como una herramienta para manejar los TEA. Hay una escasez de estudios que han examinado la AP entre adultos con TEA (Hillier et al., 2020), por lo tanto, el área focal de atención aquí son los niños y adolescentes con TEA.

 

Los beneficios de la actividad física en los TEA

La actividad física (AP) es importante para mantener la salud dentro de la población general. Reduce la presión arterial, mejora la calidad del sueño y la sensibilidad a la insulina, y en consecuencia reduce el riesgo de ciertas condiciones crónicas (Williamson y Pahor, 2010). El ejercicio induce la liberación de endorfinas y neurotransmisores de monoamina en el cerebro, imitando así los efectos de los antidepresivos y haciendo de la AP una alternativa viable a los tratamientos farmacológicos (Zhao y Chen, 2018). Se ha demostrado que la AP mejora las habilidades motoras y la cognición en niños preescolares de 4 a 6 años, específicamente en las áreas de atención, memoria, comportamiento y rendimiento académico (Lang et al., 2010; Zeng et al., 2017).

Los beneficios patentados para la salud de la AP también son aplicables a los niños con TEA. Sin embargo, los niveles de AP en niños con TEA son más bajos que sus contrapartes de desarrollo típico (TD) (Macdonald et al., 2011; Hillier et al., 2020). Esto puede atribuirse a una mala coordinación y equilibrio motor, a menudo asociados con los TEA (Ghaziuddin y Butler, 1998; Green et al., 2009). Estos limitan las opciones de actividad. Los deterioros en las habilidades sensoriales, conductuales y de comunicación hacen que la participación en las actividades del equipo sea desafiante (Potvin et al., 2013). Por lo tanto, los adolescentes con TEA también participan en menos AP en relación con sus homólogos de TD (Srinivasan et al., 2014; Stanish et al., 2017).

Se han realizado ensayos que exploran el uso de AP en TEA, muchos de los cuales han respaldado el uso de AP en el manejo del autismo. Una revisión sistemática de DeJesus et al. (2020) concluyó que la danza tuvo un efecto positivo en los síntomas asociados a los TEA. Estos incluían una mejoría: participación social, comportamiento, habilidades de comunicación, conciencia corporal y salud mental. El metaanálisis ha evaluado las intervenciones de AP en jóvenes con TEA a través de 29 estudios y encontró un efecto positivo moderado general (Healy et al., 2018). Sin embargo, dentro de las áreas de movimiento (habilidades manipuladoras y locomotoras, fuerza muscular y resistencia) se encontraron efectos positivos de moderados a grandes. Además, se observaron grandes mejoras positivas para una función social. Este es un déficit importante en los TEA (Healy et al., 2018).

Un estudio realizado en niños de 5 a 8 años en una escuela especial en China mostró mejoras significativas en la función social entre los niños del espectro que participaron en un programa estructurado de AP de 12 semanas (Zhao y Chen, 2018). El programa consistió en sesiones de ejercicio dos veces por semana, ambas de 60 minutos de duración. El programa de intervención proporcionó a propósito oportunidades para mejorar las interacciones sociales en un entorno natural propicio para el desarrollo de habilidades de comunicación. Los participantes aprendieron a interrelacionarse con los demás y a expresarse. El programa fue evaluado cuantitativamente utilizando Escalas de Calificación del Sistema de Mejora de Habilidades Sociales (SISS) y Evaluación de las puntuaciones de Habilidades Básicas de Lenguaje y Aprendizaje-Revisadas (ABLLS-R), así como entrevistas cualitativas con padres y personal. SISS evaluó siete subdominios de habilidades sociales y se observaron mejoras significativas en la comunicación, la cooperación y el autocontrol. También se observaron mejoras en las puntuaciones de ABLLS-R. Los padres y trabajadores voluntarios dieron comentarios positivos sobre el programa (Zhao y Chen, 2018). Dado que la comunicación y la interacción social son las principales áreas de déficit observadas con los TEA, este estudio proporciona evidencia de la idoneidad de los programas estructurados de AP en el manejo de los TEA con los niños. Las mejoras observadas no se podían atribuir únicamente a la propia AP ni al modo de ejecución del programa, es decir, ¿las mejoras eran el resultado de la excursión física o las actividades basadas en el equipo centradas en la interacción social? Esta puede ser un área importante para una mayor exploración. Aunque este estudio informó de mejoras en las interacciones sociales que los autores atribuyeron a la AP, cabe señalar que el diseño y la estructura del programa se basaron en el modelo TEACCH. Las mejoras reportadas pueden haber resultado del programa utilizado, independientemente de los componentes de la AP que se incorporaron como meros detalles en una intervención bien establecida. TEACCH es una de las intervenciones más validadas utilizadas para tratar a los niños con TEA (Panerai et al., 2002) y es particularmente eficaz en las áreas de comportamientos sociales e inadaptativos (Virues-Ortega et al., 2013). El programa TEACCH se basa en gran medida en actividades que normalmente son educativas o de habilidades para la vida. Sin embargo, estos podrían ser reemplazados fácilmente por actividades que impliquen ejercicio físico. Estas actividades se organizan dentro de elementos estructurados de un entorno físico especializado, secuencia predecible de actividades, rutinas con flexibilidad, sistemas estructurados de trabajo/actividad y actividades visualmente estructuradas (Myers y Johnson, 2007). Si bien los resultados de este estudio de 12 semanas son prometedores, no hubo evaluaciones a largo plazo. Las evaluaciones se llevaron a cabo después de completar la intervención de 12 semanas solamente. Se necesitan datos de seguimiento y más investigaciones con diseños de estudio longitudinal en esta área. Otros estudios han demostrado que el ejercicio vigoroso en lugar de moderado es más beneficioso para reducir los comportamientos inadaptativos y estereotípicos (Kern et al., 1984; Elliott et al., 1994; Celiberti et al., 1997). Esto sugiere que los niños con TEA pueden tener un umbral más alto que superar antes de que comiencen a aparecer efectos positivos en relación con los niños con TD.

Una revisión sistemática (Lang et al., 2010), exploró 18 estudios de AP que involucran a adultos y niños, todos los cuales reportaron mejoras en: comportamiento, rendimiento académico o aptitud física. Sin embargo, los autores recomendaron el desarrollo de diseños experimentales más fuertes para futuros estudios (Lang et al., 2010). Esto se reiteró más recientemente en una revisión similar (Ruggeri et al., 2020).

 

Participación de los padres en la actividad física

Ahora se reconoce que los padres juegan un papel primordial en casi todas las modalidades de tratamiento para los TEA. Los padres alguna vez fueron considerados la causa de los TEA. Sin embargo, ahora se consideran el recurso más importante y el factor más eficaz para promover los cambios de comportamiento en el niño con TEA (Schopler, 1987). La ironía de esta inversión de roles es que actualmente numerosas intervenciones terapéuticas para TEA dependen de la posición fundamental de los padres como terapeutas o coterapeutas (Panerai et al., 2002). Se ha demostrado que las intervenciones tempranas tienen un efecto moderado a grande en los resultados entre los niños con TEA (Virués-Ortega, 2010; Virues-Ortega et al., 2013; Beaudoin et al., 2014). Las intervenciones diseñadas específicamente para incluir a los padres han mejorado significativamente los resultados y han demostrado ser más intensivas (Burrell y Borrego, 2012). Los metaanálisis muestran que hay mayores mejoras en la comprensión del lenguaje y las características de los TEA cuando se incorporó la participación de los padres en las intervenciones (Oono et al., 2013). El equipamiento de los padres con estrategias que mejoren el desarrollo mientras están comprometidos con sus hijos se considera un componente esencial de estas intervenciones (Landa, 2018). Esto se refiere a las intervenciones en general. El apoyo y la participación de los padres también parece ser un componente importante de las intervenciones basadas en la AP y el mantenimiento de los individuos de TEA físicamente activos (Nichols et al., 2019). Se ha demostrado que la participación de los padres aumenta los enfoques de tratamiento que conducen a resultados más fuertemente positivos (Mendlowitz et al., 1999; Lakin et al., 2004). Lakin et al. mostraron que la AP administrada con compromiso familiar resultó en mejores resultados en relación con la terapia administrada sin compromiso familiar (Lakin et al., 2004).

La influencia de los padres en la AP con niños con TEA también sigue siendo un área vital de estudio con respecto a los adultos jóvenes en el espectro del autismo, especialmente aquellos en edad de educación postsecundaria. Estas personas dependen en gran medida de sus padres o cuidadores (Hewitt et al., 2017). Un estudio sugirió que los fuertes efectos positivos de la participación de los padres en la AP fueron mera coincidencias (Burrell y Borrego, 2012). Esta sugerencia destaca la necesidad de más investigación en el área de la participación de los padres en la AP. Especialmente porque la AP parece ser crucial para los adultos jóvenes con TEA (Nichols et al., 2019). Los niños de TEA se consideran relativamente dependientes de otros para recibir asistencia en la vida cotidiana (Schall et al., 2014). Los adolescentes con TEA tienen más probabilidades de tener "perfiles de salud más pobres" y desarrollar enfermedades crónicas en comparación con los individuos con TD. Por lo tanto, es imperativo identificar factores, como la AP, que influyen en los estados de salud para construir intervenciones para ayudar a los adultos jóvenes con TEA (Warren et al., 2012).

Según Brustad, los padres que disfrutaron participar en AP impactaron positivamente a sus hijos con TEA al alentarlos a participar. Además, esto también influye a su vez en la capacidad de los niños con TEA y, por lo tanto, mejora su nivel de compromiso (Obrusnikova y Miccinello, 2012). También se ha demostrado que las puntuaciones de actividad más bajas se correlacionan con tener familias monoparentales. Esto sugiere que las familias biparentales pueden resultar en mejores resultados (Memari et al., 2015). Concluimos que la participación de los padres en terapias o intervenciones conduce a resultados mayores y más eficaces y debe considerarse siempre que sea aplicable. Sugerimos que este tema de la AP y la participación de los padres se investigue más a fondo tanto en niños como en adolescentes.

 

Implementar la actividad física como tratamiento para TEA

Los tratamientos disponibles para los TEA se centran en hacer que el niño con TEA sea más independiente y maximizar su calidad de vida. Esto se logra minimizando las características básicas asociadas con los TEA. Por lo tanto, la mejora de los comportamientos inadaptativos es una estrategia de manejo común en los programas (Landa, 2007). Es apropiado percibir el papel de la AP como un componente de enfoques más amplios y extensos para el tratamiento de los TEA. Esta base más amplia implica intervenciones multimodales educativas y conductuales representadas por los modelos de tratamiento integrales, como TEACCH, y las prácticas de intervención enfocadas representadas por ciertas intervenciones farmacológicas y conductuales (Wong et al., 2015). Estas intervenciones enfocadas abordan los síntomas asociados con habilidades sociales y habilidades de comunicación deterioradas y patrones e intereses de comportamiento repetitivos y estereotipados. La AP puede clasificarse como una de las intervenciones enfocadas e implementarse como un complemento de otras intervenciones enfocadas o como un componente de un modelo de tratamiento integral (Smith, 2013). Varios síntomas comórbidos se asocian comúnmente con los TEA que incluyen: autolesión, impulsividad, disminución de la atención, ansiedad, depresión y trastornos del sueño (Levy et al., 2009). Existen tratamientos bien establecidos, tanto farmacológicos como conductuales, para algunos de estos síntomas comórbidos. Los fármacos psicotrópicos se utilizan para controlar la irritabilidad, la hiperactividad y los comportamientos repetitivos (Kaplan y McCracken, 2012; DeFilippis y Wagner, 2016). La AP se puede administrar conjuntamente con intervenciones utilizadas para tratar las comorbilidades comunes enumeradas.

Es de suma importancia que cada niño reciba un plan de tratamiento individualizado que se dirija a sus necesidades y permita la participación de padres, maestros y otros cuidadores (Hyman et al., 2020a, b). Tan et al. (2016) encontraron que el beneficio de la AP en niños con TEA era similar a los observados en los niños con TD. Ahora existen directrices que permiten a diferentes establecimientos deportivos y educativos implementar programas adecuados para personas con TEA (Srinivasan et al., 2014). Todavía no se ha determinado si estos ejercicios son eficaces con personas con TEA de todas las edades. Cameron et al. sugirieron que las intervenciones basadas en el movimiento que son eficaces con niños mayores con TEA pueden no ser eficaces para los niños en edad preescolar (Cameron et al., 2020).

Además de las directrices, hay varias formas de implementar programas de AP. Bremer et al. (2016) consideraron que las dos mejores formas de intervención física eran las artes marciales y la equitación, mientras que había un beneficio limitado en yoga, danza y natación. En contraste, DeJesus et al. (2020) consideraron que la danza afectaba positivamente a los niños y mejoraban muchos de sus síntomas, como los comportamientos sociales, las habilidades de comunicación y el bienestar psicológico. Esta disparidad en la interpretación puede deberse a una mayor cantidad de datos disponibles para intervenciones como las artes marciales y datos limitados para la danza. Por lo tanto, se requiere más investigación en el área de la danza como intervención.

Un individuo con TEA obtiene beneficios de la AP de dos maneras principales. En primer lugar, el impacto de la AP en el aumento de peso y la obesidad y, en segundo lugar, la reducción de los comportamientos inadaptativos. La obesidad es una preocupación importante en los niños con cualquier forma de discapacidad del desarrollo (Srinivasan et al., 2014). Sin embargo, los niños con TEA tienen un riesgo particularmente alto de obesidad (Curtin et al., 2014). Es esencial reconocer la obesidad, ya que es un comorbido establecido en niños con TEA (Pan, 2008; Sowa y Meulenbroek, 2012). Esto puede deberse a la falta de estructura en la ingesta nutricional, al uso excesivo de la televisión para calmarlos y a los efectos secundarios de la medicación (Must et al., 2017). Otro factor que contribuye es que el niño con TEA podría no tener un entorno de apoyo (Pan, 2008). La segunda perspectiva se relaciona con elementos de comportamiento como la condición física, la autoestima y las habilidades sociales. Se ha puesto un enfoque importante en las mejoras en los patrones de comportamiento estereotipados y el comportamiento y la función social general (Zhao y Chen, 2018). Los estudios han demostrado que la mejora de las habilidades motoras impacta positivamente en las habilidades sociales, además de reducir los comportamientos estereotipados (Iliadis y Apteslis, 2020). Por lo tanto, para mantener la salud y el bienestar de los niños con TEA, es esencial incluir actividades físicas en su vida diaria. Varios estudios muestran que los niveles de AP en los TEA y los niños neurotípicos son significativamente diferentes (Pan, 2008; Sowa y Meulenbroek, 2012). Bandini et al. (2013) encontraron que el 43% de los niños con TD participaron en una AP moderada y vigorosa de 60 minutos en comparación con el 23% de los niños con TEA.

Para facilitar la construcción de un programa de megafonía para niños con TEA, es importante abordar múltiples factores para decidir los elementos más apropiados del programa. Aquí abordamos dos cuestiones: (a) Intervención individual vs. grupal; y (b) Organización del Programa.

 

Individual vs. Intervención de grupo

Al adaptar un programa de AP para niños con TEA, se debe hacer una pregunta esencial: ¿una intervención individual o grupal promovería mejoras más grandes? Los programas de AP organizados dentro de una situación de grupo (compañeros de equipo, compañeros, entrenadores y maestros) pueden mejorar el desarrollo entre los niños con discapacidades del desarrollo (Rinehart et al., 2018). La implementación de la AP basada en grupos en un contexto social ofrecería oportunidades para interacciones sociales. La creación de grupos debe facilitar el comportamiento social y la comunicación. Sin embargo, el metaanálisis comparó las respuestas a la AP entregadas como intervenciones basadas en individuos y grupos y encontró habilidades sociales mucho mejores y comportamientos sociales inadaptativos atenuados con el enfoque basado en individuos (Sowa y Meulenbroek, 2012). Paradójicamente, las habilidades sociales mejoraron menos en un escenario social. Sowa y Mulenbroek concluyeron que las intervenciones basadas en individuos ofrecen programas más específicos y disminuyen los niveles de estrés debido a los eventos imprevisibles asociados con las actividades grupales (Sowa y Meulenbroek, 2012). El enfoque individual protege al niño con TEA de las emociones negativas derivadas de ser mal entendido por los miembros del grupo (Pan, 2009), y también de las tensiones entre compañeros de equipo u oponentes (Sowa y Meulenbroek, 2012). Otro estudio de metaanálisis proporcionó evidencia que apoya el uso de programas de AP basados en grupos. Las evaluaciones cualitativas y cuantitativas de la AP basada en grupos concluyeron que los programas ofrecían oportunidades para el desarrollo de habilidades sociales. Este estudio incluyó varios modos de actividades basadas en grupos, pero solo un programa de "deporte de equipo". Los autores sugirieron un enfoque futuro en los deportes de equipo como un área de investigación clave (Howells et al., 2019). Claramente hay ventajas y desventajas en las actividades basadas en grupos que deben tenerse en cuenta para el niño con TEA con características y comportamientos muy específicos. La noción de programas de educación altamente individualizados para niños con TEA ahora es muy aceptada, ya que cada niño tiene una presentación única de los síntomas básicos de TEA y comorbilidad. Aunque contraintuitivo, el programa altamente individualizado entregado de forma aislada del grupo parece ser ventajoso con respecto al desarrollo de habilidades sociales para niños con TEA.

 

Organización del Programa

Al estructurar un programa para niños con TEA, es importante simplificar la estructura del programa para no abrumar a ningún participante ni a sus maestros y padres.

Schultheis et al. (2000) modificaron el programa TEACCH para crear un programa recreativo. La nueva versión modificada incluía tres partes: (a) estructura física; (b) horarios y (c) organización de tareas. Teniendo en cuenta los tres aspectos, pudieron crear formas simplificadas de facilitar la introducción de actividades físicas mediante la introducción de un horario con imágenes o códigos de color y una estructura del gimnasio con límites divisores de habitaciones. También se puede utilizar equipo adicional (temporadores, etc.) según se desee (Schultheis et al., 2000). El metaanálisis indica que el TEACCH tiene mejoras de moderadas a grandes en el comportamiento social y el comportamiento inadaptativo, lo que lo convierte en un programa ideal para lograr la mejora dentro de estos dos campos combinados de TEA y AP (Virues-Ortega et al., 2013).

Ahora está bien establecido que la AP conduce a mejoras en múltiples dominios relevantes para los TEA. Sin embargo, todavía se necesita investigación en este campo para refinar y mejorar los programas y modos de entrega de los programas para maximizar el beneficio para las personas con TEA (Sorensen y Zarrett, 2014).

 

Duración de los efectos positivos

Se ha demostrado que la AP mejora los comportamientos del aula y los aspectos del rendimiento académico en niños neurotípicos (Álvarez-Bueno et al., 2017). Es evidente que hay beneficios a largo plazo para cualquier individuo que logre académicamente durante la infancia. En cuanto a los niños autistas, se ha informado que los niños con TEA que se sometieron a un programa de entrenamiento de 14 semanas en kata de rutinas de ejercicio de karate (movimientos coreográficos realizados con precisión técnica en secuencias establecidas) mostraron una reducción significativa en el déficit de comunicación y mejoras en los comportamientos estereotípicos en comparación con los controles neurotípicos. Curiosamente, estas mejoras se observaron hasta 1 mes después de completar la intervención (Bahrami et al., 2012, 2016). Esto sugiere que aprender estas rutinas de ejercicio específicas de karate y someterse al esfuerzo físico que las acompaña tiene efectos duraderos. Estos efectos a largo plazo pueden estar relacionados con el uso del entrenamiento con arte marcial tradicional en lugar de PA per se. Un estudio con estudiantes neurotípicos mostró que participar en el entrenamiento en artes marciales basadas en la escuela (Taekwondo; incluyendo técnicas de respiración profunda y relajación) resultó en mejores habilidades de autorregulación (Lakes y Hoyt, 2004). Las artes marciales tradicionales tienen elementos de autoconciencia y concentración que no se encuentran en las clases estándar de educación física. La adopción de la AP junto con la autoconciencia en los años de formación puede tener efectos duraderos. Se ha sugerido (Diamond, 2015; de Greeff et al., 2018) que los ejercicios físicos exigentes cognitiva y coordinadamente pueden ser mejores para mejorar la función ejecutiva en los niños en lugar de los ejercicios y el movimiento puros (Wang et al., 2020). Consideramos que esta es un área importante de investigación futura para los TEA; en la última década, ha habido un gran interés en estudiar la relación de la AP con el funcionamiento cognitivo de los niños neurotípicos (Lees y Hopkins, 2013; Donnelly et al., 2016).

El deterioro de las habilidades sociales y de comunicación asociado con los TEA puede conducir al aislamiento o la abstinencia social (Bellini et al., 2007), y la mayoría de las intervenciones trabajan para contrarrestar esto. Cualquier intervención que aborde las habilidades sociales y de comunicación debe tener implicaciones a largo plazo. La mayoría de las actividades deportivas organizadas proporcionan entornos propicios para la construcción natural de conexiones entre los participantes. Los deportes y los juegos aumentan las oportunidades de interacción social. Los elementos inherentes a la mayoría de los deportes y juegos son el turn-to, el juego cooperativo, la asociación, los intercambios y el trabajo en equipo en general. Todos estos elementos mejorarían prácticamente las habilidades de comunicación verbal y no verbal, así como garantizarían el compromiso social. Las actividades con un programa estructurado también tendrían interacciones entre los niños y sus maestros. Un programa de actividades deportivas de estructura sería un área natural en la que implementar a los mismos inquilinos de terapias de TEA establecidas como TEACCH (Zhao y Chen, 2018). Todos estos enfoques terapéuticos tienen el mismo objetivo de tener una influencia de por vida en el niño con TEA.

 

Formas innovadoras de introducir la AP a los niños con TEA

Hay desafíos que enfrentan las personas con TEA con respecto a la realización de ciertos ejercicios. Por lo tanto, la investigación se ha concentrado en formas innovadoras de introducir la AP a los niños y adolescentes con TEA. Una de esas innovaciones en la entrega de PA es Exergaming.

Aunque sigue siendo un nuevo campo de estudio, ha habido un creciente interés en encontrar diferentes formas de incluir la AP en la vida de las personas autistas y superar los desafíos que existen en un programa normal de AP. Por ejemplo, algunos hallazgos han indicado que Exergames puede ser una herramienta potencial para tratar tanto a niños como a adolescentes con TEA. Los exergames se definen como cualquier juego que tenga una combinación de videojuegos e interacción física con los participantes en línea. Sus ventajas incluyen ser más agradable y juguetón, lo que puede conducir a un aumento de la adherencia. Lima et al. (2020) han demostrado que los beneficios se han percibido solo en perspectivas de fitness. Se necesitan más estudios en este campo para cubrir el efecto de Exergaming en comportamientos estereotipados, habilidades sociales y cognitivas.

 

Conclusiones

La AP es eficaz como estrategia terapéutica para el manejo de los TEA. Sin embargo, hay una escasez de evidencia de investigación sobre los efectos a largo plazo de las intervenciones basadas en la AP. Hay una diferencia de opinión en cuanto a la naturaleza detallada de las actividades y ejercicios que componen un programa de AP eficaz. También hay una necesidad de refinamientos en los métodos de ejecución del programa, lo que es indicativo de la condición autista real en sí. Cada persona afectada por TEA tiene un conjunto altamente individualizado de síntomas y características para los que se justifica un programa terapéutico altamente individualizado. El desarrollo de programas viables requiere investigación y recopilación de evidencia para producir directrices generalizadas. Estas pautas pueden llegar a regir intervenciones estructuradas e individualizadas muy especializadas para niños y adolescentes con TEA.

 

Contribuciones de los autores

El resumen fue escrito por JS y editado por SF. La introducción fue escrita por SF, seguida de los beneficios generales del ejercicio por JA. La sección "Los beneficios de la actividad física en los TEA" fue escrita por JS. ZS escribió la sección "Participación de los padres en la actividad física". SA-S explicó cómo implementar la actividad física como un tratamiento de TEA mirando Grupo vs. Intervenciones individuales y organización del programa. SF también ha elaborado sobre la duración de los efectos positivos y la sección "Formas innovadoras de introducir la AP en los niños con TEA". JS también escribió la conclusión. SF también ha administrado referencias usando endnote y ayudó a JS a editar el artículo, así como a hacer la revisión final. El artículo también fue revisado por ER, quien además contribuyó con ideas y agregó sugerencias al artículo.

 

Financiación

El Departamento de Investigación de Bahréin del Royal College of Surgeons in Ireland-Bahrain (RCSI) cubrió los costos de publicación.

 

Conflicto de intereses

Los autores declaran que la investigación se llevó a cabo en ausencia de relaciones comerciales o financieras que pudieran interpretarse como un posible conflicto de intereses.

 

Referencias

Álvarez-Bueno, C., Pesce, C., Cavero-Redondo, I., Sánchez-López, M., Garrido-Miguel, M., y Martínez-Vizcaíno, V. (2017). Logro académico y actividad física: un metaanálisis. Pediatría 140:e20171498. doi: 10.1542/peds.2017-1498

Bahrami, F., Movahedi, A., Marandi, S. M., y Abedi, A. (2012). El entrenamiento de técnicas Kata disminuye consistentemente la estereotipia en niños con trastorno del espectro autista. Resolución. Dev. Inhabilitado. 33, 1183-1193. doi: 10.1016/j.ridd.2012.01.018

Bahrami, F., Movahedi, A., Marandi, S. M., y Sorensen, C. (2016). El efecto del entrenamiento de técnicas de karate en el déficit de comunicación de los niños con trastornos del espectro autista. J. Desarrollo de autismo. Disorción. 46, 978-986. doi: 10.1007/s10803-015-2643-y

Bandini, L. G., Gleason, J., Curtin, C., Lividini, K., Anderson, S. E., Cermak, S. A., et al. (2013). Comparación de la actividad física entre niños con trastornos del espectro autista y niños típicamente en desarrollo. Autismo 17, 44-54. doi: 10.1177/1362361312437416

Beaudoin, A. J., Sébire, G., y Couture, M. (2014). Intervenciones de capacitación de padres para niños pequeños con trastorno del espectro autista. Res. Trata. 2014:839890. doi: 10.1155/2014/839890

Bellini, S., Peters, J. K., Benner, L., y Hopf, A. (2007). Un meta-análisis de intervenciones de habilidades sociales basadas en la escuela para niños con trastornos del espectro autista. Remed. Spl. Educ. 28, 153-162. doi: 10.1177/07419325070280030401

Bremer, E., Crozier, M., y Lloyd, M. (2016). Una revisión sistemática de los resultados de comportamiento después de las intervenciones de ejercicio para niños y jóvenes con trastorno del espectro autista. Autismo 20, 899-915. doi: 10.1177/1362361315616002

Burrell, T. L., y Borrego, J. Jr. (2012). Participación de los padres en el tratamiento de los TEA: ¿cuál es su papel? Cogn. Comportamiento. Pract. 19, 423-432. doi: 10.1016/j.cbpra.2011.04.003

Cameron, K. L., Albesher, R. A., McGinley, J. L., Allison, K., Cheong, J. L. Y., y Spittle, A. J. (2020). Intervenciones basadas en el movimiento para niños en edad preescolar con deterioro motor o en riesgo de sufrirla: una revisión sistemática. Dev. Med. Neurol infantil. 62, 290-296. doi: 10.1111/dmcn.14394

Celiberti, D. A., Bobo, H. E., Kelly, K. S., Harris, S. L., y Handleman, J. S. (1997). Los efectos diferenciales y temporales del ejercicio antecedente en el comportamiento autoestimulante de un niño con autismo. Resolución. Dev. Inhabilitado. 18, 139–150. doi: 10.1016/s0891-4222(96)00032-7

Christensen, D. L., Baio, J., Van Naarden Braun, K., Bilder, D., Charles, J., Constantino, J. N., et al. (2016). Prevalencia del trastorno del espectro autista entre los niños de 8 años: red de monitoreo del autismo y las discapacidades del desarrollo, 11 sitios, Estados Unidos, 2012. MMWR Surveill. Summ. 65, 1–23. doi: 10.15585/mmwr.ss6503a1

Curtin, C., Jojic, M., y Bandini, L. G. (2014). Obesidad en niños con trastorno del espectro autista. Harv. Rev. Psiquiatría 22, 93-103. doi: 10.1097/HRP.0000000000003

de Greeff, J. W., Bosker, R. J., Oosterlaan, J., Visscher, C., y Hartman, E. (2018). Efectos de la actividad física en las funciones ejecutivas, la atención y el rendimiento académico en niños preadolescentes: un metaanálisis. J. Ciencia. Med. Deporte 21, 501-507. doi: 10.1016/j.jsams.2017.09.595

DeFilippis, M., y Wagner, K. D. (2016). Tratamiento del trastorno del espectro autista en niños y adolescentes. Psicofarmacol. Toro. 46, 18–41.

DeJesus, B. M., Oliveira, R. C., de Carvalho, F. O., de Jesus Mari, J., Arida, R. M., y Teixeira-Machado, L. (2020). La danza promueve beneficios positivos para los síntomas negativos en el trastorno del espectro autista (TEA): una revisión sistemática. Complemento. Ther. Med. 49:102299. doi: 10.1016/j.ctim.2020.102299

Diamond, A. (2015). Efectos del ejercicio físico en las funciones ejecutivas: ir más allá de simplemente moverse con pensamiento.Ann. Sports Med. Resolución. 2:1011.

Donnelly, J. E., Hillman, C. H., Castelli, D., Etnier, J. L., Lee, S., Tomporowski, P., et al. (2016). Actividad física, aptitud, función cognitiva y rendimiento académico en niños: una revisión sistemática. Med. Ciencia. Ejercicio deportivo. 48, 1197–1222. doi: 10.1249/MSS.0000000000000000901

Elliott, R. O. Jr., Dobbin, A. R., Rose, G. D., y Soper, H. V. (1994). Ejercicio vigoroso, aeróbico versus actividades de entrenamiento motor general: efectos en los comportamientos inadaptativos y estereotípicos de adultos con autismo y retraso mental. J. Desarrollo de autismo. Disorción. 24, 565-576. doi: 10.1007/BF02172138

Ghaziuddin, M., y Butler, E. (1998). Torpeza en el autismo y el síndrome de Asperger: un informe adicional. J. Intelecto. Inhabilitado. Resolución. 42, 43–48. doi: 10.1046/j.1365-2788.1998.00065.x

Green, D., Charman, T., Pickles, A., Chandler, S., Loucas, T. O. M., Simonoff, E., et al. (2009). Deterioro en las habilidades de movimiento de los niños con trastornos del espectro autista. Dev. Med. Neurol infantil. 51, 311-316. doi: 10.1111/j.1469-8749.2008.03242.x

Healy, S., Nacario, A., Braithwaite, R. E., y Hopper, C. (2018). El efecto de las intervenciones de actividad física en los jóvenes con trastorno del espectro autista: un metaanálisis. Autismo Res. 11, 818-833. doi: 10.1002/aur.1955

Hewitt, A. S., Stancliffe, R. J., Hall-Lande, J., Nord, D., Pettingell, S. L., Hamre, K., et al. (2017). Características de los adultos con trastorno del espectro autista que utilizan servicios residenciales y apoyo a través de servicios de discapacidad del desarrollo de adultos en los Estados Unidos. Resolución. Espectro de autismo. Disorción. 34, 1–9. doi: 10.1016/j.rasd.2016.11.007

Hillier, A., Buckingham, A., y Schena, D. (2020). Actividad física entre adultos con autismo: participación, actitudes y barreras. Percepción. Mot. Habilidades 127, 874-890. doi: 10.1177/0031512520927560

Howells, K., Sivaratnam, C., May, T., Lindor, E., McGillivray, J., y Rinehart, N. (2019). Eficacia de la participación organizada en grupos en la actividad física para resultados sociales en niños con trastorno del espectro autista: una revisión sistemática y metaanálisis. J. Desarrollo de autismo. Disorción. 49, 3290–3308. doi: 10.1007/s10803-019-04050-9

Hyman, S. L., Levy, S. E., y Myers, S. M. (2020a). Identificación, evaluación y manejo de niños con trastorno del espectro autista. Pediatría 145:e20193447. doi: 10.1542/peds.2019-3447

Hyman, S. L., Levy, S. E., y Myers, S. M. (2020b). Resumen ejecutivo: identificación, evaluación y manejo de niños con trastorno del espectro autista. Pediatría 145:e20193448. doi: 10.1542/peds.2019-3448

Iliadis, I., y Apteslis, N. (2020). El papel de la educación física y el ejercicio para los niños con trastorno del espectro autista y los efectos en la socialización, la comunicación, el comportamiento, la aptitud y la calidad de vida. Diálogo. Clin. Neurociencia. Mente. Salud 3, 71-81. doi: 10.26386/obrela.v3i1.178

Kaplan, G., y McCracken, J. T. (2012). Psicofarmacología de los trastornos del espectro autista. Pediatr. Clin. América del Norte. 59, 175-187. doi: 10.1016/j.pcl.2011.10.005

Kern, L., Koegel, R. L., y Dunlap, G. (1984). La influencia del ejercicio vigoroso versus leve en los comportamientos estereotipados autistas. J. Desarrollo de autismo. Disorción. 14, 57-67. doi: 10.1007/BF02408555

Lagos, K. D., y Hoyt, W. T. (2004). Promover la autorregulación a través de la formación en artes marciales en la escuela. J. Appl. Dev. Psychol. 25, 283-302. doi: 10.1016/j.appdev.2004.04.002

Lakin, B. L., Brambila, A. D., y Sigda, K. B. (2004). Participación de los padres como factor en el reingreso a un centro de tratamiento residencial. Residente. Trata. Niños Jóvenes 22, 37–52. doi: 10.1300/j007v22n02_03

Landa, R. J. (2018). Eficacia de las intervenciones tempranas para bebés y niños pequeños con y en riesgo de trastornos del espectro autista.Int. Rev. Psiquiatría 30, 25–39. doi: 10.1080/09540261.2018.1432574

Landa, R. (2007). Desarrollo e intervención de la comunicación temprana para niños con autismo. Mente. Retarde. Dev. Inhabilitado. Resolución. Rev. 13, 16-25. doi: 10.1002/mrdd.20134

Lang, R., Koegel, L. K., Ashbaugh, K., Regester, A., Ence, W., y Smith, W. (2010). Ejercicio físico e individuos con trastornos del espectro autista: una revisión sistemática. Resolución. Espectro de autismo. Disorción. 4, 565-576. doi: 10.1016/j.rasd.2010.01.006

Leary, M. R., y Hill, D. A. (1996). Siguiendo adelante: autismo y trastornos del movimiento. Mente. Retarde. 34, 39-53.

Lees, C., y Hopkins, J. (2013). Efecto del ejercicio aeróbico en la cognición, el rendimiento académico y la función psicosocial en niños: una revisión sistemática de los ensayos de control aleatorios. Anterior. Dis. Crónica. 10:E174. doi: 10.5888/pcd10.130010

Levy, S. E., Mandell, D. S., y Schultz, R. T. (2009). Autismo. Lancet 374, 1627-1638. doi: 10.1016/S0140-6736(09)61376-3

Lima, J. L., Axt, G., Teixeira, D. S., Monteiro, D., Cid, L., Yamamoto, T., et al. (2020). Exergames para niños y adolescentes con trastorno del espectro autista: una visión general. Clin. Pract. Epidemiol. Mente. Salud 16, 1–6. doi: 10.2174/1745017902016010001

Macdonald, M., Esposito, P., y Ulrich, D. (2011). Los patrones de actividad física de los niños con autismo. BMC Res. Notas 4:422. doi: 10.1186/1756-0500-4-422

Medavarapu, S., Marella, L. L., Sangem, A., y Kairam, R. J. C. (2019). ¿Dónde están las pruebas? Una revisión de la literatura narrativa de las modalidades de tratamiento para los trastornos del espectro autista. Cureus 11:e3901. doi: 10.7759/cureus.3901

Memari, A. H., Panahi, N., Ranjbar, E., Moshayedi, P., Shafiei, M., Kordi, R., et al. (2015). Niños con trastorno del espectro autista y patrones de participación en actividades físicas y lúdicas diarias. Neurol. Resolución. Int. 2015:531906. doi: 10.1155/2015/531906

Mendlowitz, S. L., Manassis, K., Bradley, S., Scapillato, D., Miezitis, S., y Shaw, B. F. (1999). Tratamientos de grupos cognitivo-conductuales en los trastornos de ansiedad infantil: el papel de la participación de los padres. J. Am. Acad. Niño Adolesc. Psiquiatría 38, 1223-1229. doi: 10.1097/00004583-199910000-00010

Must, A., Eliasziw, M., Phillips, S. M., Curtin, C., Kral, T. V., Segal, M., et al. (2017). El efecto de la edad en la prevalencia de la obesidad entre los jóvenes estadounidenses con trastorno del espectro autista. Niño. Obes. 13, 25–35. doi: 10.1089/chi.2016.0079

Myers, S. M., y Johnson, C. P. (2007). Manejo de niños con trastornos del espectro autista. Pediatría 120, 1162–1182. doi: 10.1542/peds.2007-2362

Nichols, C., Block, M. E., Bishop, J. C., y McIntire, B. (2019). Actividad física en adultos jóvenes con trastorno del espectro autista: percepciones parentales de barreras y facilitadores. Autismo 23, 1398-1407. doi: 10.1177/1362361318810221

Obrusnikova, I., y Miccinello, D. L. (2012). Percepciones de los padres de los factores que influyen en la actividad física después de la escuela de los niños con trastornos del espectro autista. Adaptarse. Física. Activ. P. 29, 63–80. doi: 10.1123/apaq.29.1.63

Oono, yo. P., Honey, E. J., y McConachie, H. (2013). Intervención temprana mediada por los padres para niños pequeños con trastornos del espectro autista (TEA). Sistema de base de datos Cochrane. Rev. 4:Cd009774. doi: 10.1002/14651858. CD009774.pub2

Ozonoff, S., Young, G. S., Goldring, S., Greiss-Hess, L., Herrera, A. M., Steele, J., et al. (2008). Desarrollo motor grueso, anomalías del movimiento e identificación temprana del autismo. J. Desarrollo de autismo. Disorción. 38, 644-656. doi: 10.1007/s10803-007-0430-0

Pan, C.-Y. (2008). Medición objetiva de la actividad física entre los niños con trastornos del espectro autista y los niños sin discapacidades durante entornos de recreo inclusivo en Taiwán. J. Desarrollo de autismo. Disorción. 38, 1292-1301. doi: 10.1007/s10803-007-0518-6

Pan, C.-Y. (2009). Edad, compromiso social y actividad física en niños con trastornos del espectro autista. Resolución. Espectro de autismo. Disorción. 3, 22–31. doi: 10.1016/j.rasd.2008.03.002

Panerai, S., Ferrante, L., y Zingale, M. (2002). Beneficios del programa de tratamiento y educación de niños con discapacidad autista y de comunicación (TEACCH) en comparación con un enfoque no específico. J. Intelecto. Inhabilitado. Resolución. 46, 318-327. doi: 10.1046/j.1365-2788.2002.00388.x

Potvin, M. C., Snider, L., Prelock, P., Kehayia, E., y Wood-Dauphinee, S. (2013). Participación recreativa de niños con autismo de alto funcionamiento. J. Desarrollo de autismo. Disorción. 43, 445-457. doi: 10.1007/s10803-012-1589-6

Rinehart, N. J., Jeste, S., y Wilson, R. B. (2018). Programas organizados de actividad física: mejora de los síntomas motores y no motores en trastornos del neurodesarrollo. Dev. Med. Neurol infantil. 60, 856-857. doi: 10.1111/dmcn.13962

Ruggeri, A., Dancel, A., Johnson, R., y Sargent, B. (2020). El efecto de la intervención motora y de actividad física en los resultados motores de los niños con trastorno del espectro autista: una revisión sistemática. Autismo 24, 544-568. doi: 10.1177/1362361319885215

Schall, C., Wehman, P., y Carr, S. (2014). "Transición de la escuela secundaria a la edad adulta para adolescentes y adultos jóvenes con trastornos del espectro autista", en Adolescentes y adultos con trastornos del espectro autista, eds F. Volkmar, B. Reichow y J. McPartland (Nueva York, NY: Springer), 41-60.

Schopler, E. (1987). Factores específicos e inespecíficos en la eficacia de un sistema de tratamiento. Am. Psychol. 42, 376-383. doi: 10.1037/0003-066x.42.4.376

Schultheis, S. F., Boswell, B. B., y Decker, J. (2000). Programación exitosa de actividad física para estudiantes con autismo. Enfoque Autismo Otro Dev. Inhabilitado. 15, 159-162. doi: 10.1177/108835760001500306

Siniscalco, D., Kannan, S., Semprún-Hernández, N., Eshraghi, A. A., Brigida, A. L., y Antonucci, N. (2018). Terapia de células madre en el autismo: ideas recientes. Clonación de células madre 11, 55-67. doi: 10.2147/SCCAA.S155410

Smith, T. (2013). ¿Qué es el análisis de comportamiento basado en la evidencia? Comportamiento. Anal. 36, 7–33. doi: 10.1007/BF03392290

Sorensen, C., y Zarrett, N. (2014). Beneficios de la actividad física para adolescentes con trastornos del espectro autista: una revisión completa. Rev. J. Desarrollo de autismo. Disorción. 1, 344-353. doi: 10.1007/s40489-014-0027-4

Sowa, M., y Meulenbroek, R. (2012). Efectos del ejercicio físico en los trastornos del espectro autista: un metaanálisis. Resolución. Espectro de autismo. Disorción. 6, 46-57. doi: 10.1016/j.rasd.2011.09.001

Srinivasan, S. M., Pescatello, L. S., y Bhat, A. N. (2014). Perspectivas actuales sobre las recomendaciones de actividad física y ejercicio para niños y adolescentes con trastornos del espectro autista. Física. Ther. 94, 875-889. doi: 10.2522/ptj.20130157

Stanish, H. I., Curtin, C., Must, A., Phillips, S., Maslin, M., y Bandini, L. G. (2017). Niveles de actividad física, frecuencia y tipo entre adolescentes con y sin trastorno del espectro autista. J. Desarrollo de autismo. Disorción. 47, 785-794. doi: 10.1007/s10803-016-3001-4

Tan, B. W., Pooley, J. A., y Speelman, C. P. (2016). Una revisión metaanalítica de la eficacia de las intervenciones de ejercicio físico en la cognición en individuos con trastorno del espectro autista y TDAH. J. Desarrollo de autismo. Disorción. 46, 3126–3143. doi: 10.1007/s10803-016-2854-x

Virués-Ortega, J. (2010). Intervención analítica conductual aplicada para el autismo en la primera infancia: Metaanálisis, meta-regresión y meta-análisis de dosis-respuesta de múltiples resultados. Clin. Psychol. Rev. 30, 387-399. doi: 10.1016/j.cpr.2010.01.008

Virues-Ortega, J., Julio, F. M., y Pastor-Barriuso, R. (2013). El programa TEACCH para niños y adultos con autismo: un metaanálisis de estudios de intervención. Clin. Psychol. Rev. 33, 940-953. doi: 10.1016/j.cpr.2013.07.005

PubMed Abstract | Texto completo de CrossRef | Google Scholar

Wang, J. G., Cai, K. L., Liu, Z. M., Herold, F., Zou, L., Zhu, L. N., et al. (2020). Efectos del programa de entrenamiento de mini-baloncesto en las funciones ejecutivas y los síntomas centrales entre los niños preescolares con trastornos del espectro autista. Ciencia cerebral. 10:263. doi: 10.3390/brainsci10050263

Warren, Z., Taylor, J. L., McPheeters, M. L., Worley, K., y Veenstra-Vander Weele, J. (2012). Necesidades futuras de investigación: Intervenciones para adolescentes y adultos jóvenes con trastornos del espectro autista: Identificación de futuras necesidades de investigación de la revisión comparativa de eficacia No. 65 [Internet]. Informe No.: 12-EHC129-EF. Rockville, MD: Agency for Healthcare Research and Quality (EE. UU.). Disponible en línea en: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/books/NBK121979/.

Williamson, J., y Pahor, M. (2010). Evidencia sobre los beneficios del ejercicio físico. Arco. Pasante. Med. 170, 124–125. doi: 10.1001/archinternmed.2009.491

Wong, C., Odom, S. L., Hume, K. A., Cox, A. W., Fettig, A., Kucharczyk, S., et al. (2015). Prácticas basadas en la evidencia para niños, jóvenes y adultos jóvenes con trastorno del espectro autista: una revisión integral. J. Desarrollo de autismo. Disorción. 45, 1951-1966. doi: 10.1007/s10803-014-2351-z

Zeng, N., Ayyub, M., Sun, H., Wen, X., Xiang, P., y Gao, Z. (2017). Efectos de la actividad física en las habilidades motoras y el desarrollo cognitivo en la primera infancia: una revisión sistemática. Biomed. Resolución. Int. 2017:2760716. doi: 10.1155/2017/2760716

Zhao, M., y Chen, S. (2018). Los efectos del programa de actividad física estructurada en la interacción social y la comunicación para niños con autismo. Biomed Res. Int. 2018:1825046. doi: 10.1155/2018/1825046

 

Redes Sociales


  • Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.